Hay una faceta que destaca como ninguna otra en la figura de Miguel Fisac: su profunda concepción del mundo. Cada detalle de su obra, cada momento de su vida, revelan una honda preocupación por la existencia misma del hombre y por el papel que éste debe jugar en relación con todo aquello que le rodea.

Fisac estudia y disecciona pacientemente, con una meticulosidad casi científica, los motivos que llevan al ser humano a fabular, a proyectar nuevas estructuras, a reproducir o incluso a reinterpretar el orden exacto de la naturaleza.

Más que por el resultado técnico o estético de su trabajo, Fisac se pregunta por las razones de un modelo, de un material o de un sistema constructivo concretos, supeditando siempre el impulso creador del artista a una concepción previa del cosmos y a un contexto material más amplio que el puramente paisajístico.

Patio del Palacio Maestral de Almagro, 1981 [Cat. 325]

La belleza de este libro que ahora tengo el honor de prologar reside, precisamente, en esa humanidad con la que nuestro más notable daimieleño es capaz de asomarse a la realidad: sus comentarios literarios, tanto como sus inéditos dibujos al carbón o a la acuarela, nos presentan un universo cotidiano donde lo aparentemente superfluo adquiere condición arquitectónica casi sobrenatural.

El casco antiguo de Toledo y un proyecto de aparcamiento turístico a orillas del Tajo, nunca realizado… el acueducto de Segovia, los trabajos de Le Corbusier en Marsella, las mezquitas de Estambul… todo, incluso los travesaños de un humilde casón ciudadrealeño, el retrato de su padre o una simple flor, se torna en elemento mágico a los ojos de Fisac.

Su lenguaje sincero y espontáneo, de inconfundibles raíces manchegas, se combina con un trazo firme y sorprendentemente vivo para dar forma a este hermoso trabajo en el que, además del propio arquitecto, se han volcado por completo personas de la talla de Paloma de Roda o Ana María Badell, la esposa de nuestro querido Miguel.

Patio de la Casa de los Maestres, Almagro, 1981 [Cat. 326]

El lector juzgará si el cariño e ilusión empleados valen la pena. A mi entender, no hay mejor reconocimiento para un castellano-manchego irrepetible como Fisac que recopilar sus trabajos más íntimos y personales, aquellos en los que, más allá de anécdotas biográficas o reseñas técnicas, sobresalen su amor y su humanidad.

Porque estos “Apuntes y viajes”, como diría el genial artista, son, ante todo, la expresión de un sentimiento que gusta, que hace y que suena bien.

Poco es el tiempo transcurrido desde que Miguel Fisac nos ha dejado, sin embargo no ha hecho falta más de un segundo para echarle de menos.

José María Barreda Fontes
Presidente de Castilla-La Mancha